Érase una vez un hombre que vivía muy cerca de un importante cruce de caminos. Todos los días, a primera hora de la mañana, llegaba hasta allí e instalaba un puesto ambulante donde vendía bocadillos, que él mismo elaboraba. Era un poco sordo, por lo que no escuchaba la radio, y como no gozaba de buena vista, tampoco leía la prensa ni veía televisión. Pero, eso sí..., hacía y vendía exquisitos bocadillos.Un tiempo después, y dado el éxito de sus bocadillos, alquiló un local, colocó un gran letrero decolores y promocionó su negocio en un periódico local: “¡Compre deliciosos bocadillos calientes y recién hechos!”. El resultado fue que la gente compraba cada día más y más. Como sus clientes crecían, aumentó la compra de materias primas y utensilios, alquiló un local más grande y mejor ubicado, y sus ventas se incrementaron día a día. Su fama aumentaba y su trabajo era tanto que decidió llamar a su hijo, un importante empresario de una gran ciudad, para que lo ayuda-ra a llevar el negocio.A la llamada del padre, su hijo respondió:
–¿Pero, papá, no escuchas la radio, ni lees los periódicos, ni ves televisión? Este país está entrando en una gran crisis; la situación es muy mala y parece que irá a peor.El padre pensó: “Mi hijo trabaja en una gran ciudad, lee los periódicos y ve la televisión; tiene contactos importantes... ¡Debe de saber de lo que habla!”.
Así que revisó sus cuentas y, como comprobó que tenía muchos costes (alquiler del local, materiasprimas, etc.), decidió disminuir la compra de ingredientes y empezó a producir cada día menos bocadillos para que no le pillara la crisis. También dejó de promocionar su producto, y su fama y susventas comenzaron a caer semana a semana. Tiempo después, desmontó el letrero y devolvió el local. Aquella mañana llamó a su hijo y le dijo:
–¡Tenías mucha razón: verdaderamente estamos atravesando una gran crisis!
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