Para dominar la península, Napoleón tenía que ocupar Zaragoza, clave del valle del Ebro, un cruce fundamental de comunicaciones. Por este motivo salió de Pamplona hacia Zaragoza una división del ejército francés al mando del general Lefebvre. Salieron a su encuentro los zaragozanos, pero serían derrotados en Tudela, Mallén y Alagón, presentándose Lefebvre ante Zaragoza el 15 de junio.
Según la historia tradicional, daría comienzo aquí el llamado primer sitio, pero hoy se pone en duda que se tratase de un verdadero asedio, dado que las fuerzas francesas no eran suficientes y tuvieron que limitarse a un bloqueo ineficaz del Arrabal. No obstante, la lucha fue encarnizada, dirigida por gentes como Lorenzo Calvo, Mariano Renovales, Santiago Sas y la condesa de Bureta. Los zaragozanos resistieron el sitio hasta el 15 de agosto, fecha de la retirada gala para reorganizarse por la derrota sufrida en la batalla de Bailén. Fue en esa retirada cuando destruyeron el emblemático monasterio de Santa Engracia y quemaron el desaparecido convento de San Francisco (en la actual Diputación Provincial de Zaragoza).
Los protagonistas... Agustina de Aragón
Los sitios de Zaragoza estuvieron plagados de personajes que protagonizaron múltiples sucesos heroicos. Uno de ellos, quizás de los más emblemáticos, es el que ocurrió el 2 de julio cuando Agustina Zaragoza Doménech se encuentra en la puerta de la ciudad del Portillo y se hace cargo de un cañón a cuyo alrededor yacían, heridos o muertos, sus servidores. Con esta acción contribuye a evitar la entrada de los franceses por ese flanco de la ciudad y a forjarse una leyenda de heroina en torno a su persona. También intervino en la lucha por el convento de Jerusalén, fue hecha prisionera y tras escapar estuvo presente en el Sitio de Teruel.
Defensa de Zaragoza en los sitios
No duró demasiado la tranquilidad para los zaragozanos, ya que el 21 de diciembre comenzó el bombardeo de la ciudad otra vez por las baterías francesas. En esta ocasión sí que fue un asedio en toda regla que se prolongó hasta el 20 de febrero de 1809. La ciudad estaba mejor preparada, bien defendida y contaba con un gran contingente de tropas, lo cual resultó negativo finalmente, ya que produjo entre los sitiados graves problemas logísticos, de alojamiento e higiénicos. Estas consecuencias han sido achacadas por la historiografía posterior a la mala gestión de Palafox que condujo una lucha excesivamente defensiva concentrando a demasiadas tropas en la ciudad y entrando en conflicto con sus propios habitantes.
Cuando la ciudad capituló izándose la bandera blanca en la desaparecida Torre Nueva, sólo era un montón de ruinas llenas de cadáveres (más de 50.000 personas se estima que murieron durante el asedio, la mayoría a causa de epidemias de tifus y disentería).
miércoles, 11 de noviembre de 2009
4º ESO SITIOS DE ZARAGOZA (gentileza de la G.E.A.)
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